UN MOSAICO EN LAS RUINAS DE CLUNIA

Julia y sus padres llegaron por fin después de un largo viaje a las ruinas de Clunia. Ella estaba muy emocionada y lo miraba todo con curiosidad. Se reunieron con su guía y comenzaron la visita. Primero, se dirigieron hacia un espléndido mosaico. El guía comenzó a explicarles la historia de aquel mosaico, aunque Julia no parecía prestar mucha atención; estaba abstraída mirando un pequeño pergamino desgastado que yacía abandonado en el suelo arenoso. Sin que sus padres se dieran cuenta, lo cogió y lo desplegó suavemente. Descubrió que en él estaba escrita con tinta negra una pequeña historia y comenzó a leerla con intriga.

“Héctor y su familia vivían en la ciudad de Clunia en el siglo I d.C. Un día soleado y caluroso, el padre de Héctor le contó una leyenda que decía que un caballo alado vivía en los cielos de Clunia y que, cuando encontrara a la persona adecuada, la elegiría como su dueño y le sería fiel durante el resto de la eternidad. Héctor se mostró muy interesado en la historia y durante los siguientes días no paró de pensar en ella.

Una semana más tarde, Héctor fue a buscar agua a un pozo cercano a la ciudad y vio un caballo blanco a lo lejos que resplandecía como una estrella. Se acercó hacia él despacio y, cuando estaba a apenas unos metros del animal, se dio cuenta de que ya no brillaba y que además estaba sucio y flaco. Le acarició un poco el cuello y lo miró con compasión.

Continuó su camino hacia el pozo y el caballo, apenas sin fuerzas, le siguió durante todo el trayecto. Héctor quedó sorprendido y decidió quedarse aquel caballo, pues sintió cierta conexión con él. Pero, al llegar a casa seguido de él, su padre se negó rotundamente a quedárselo, pues era un gasto inservible ya que se encontraba en muy mal estado.

En vista de que iba a resultar imposible convencer a su padre, aquella misma noche el chico cogió un saco de avena y una vasija de agua y se alejó durante horas de su casa, seguido incansablemente por el caballo blanco. Después de una larga caminata, pararon a descansar. Héctor se tumbó sobre un lecho de hierba y se quedó dormido. Al despertar, se dio cuenta de que el caballo ya no estaba, y comenzó a buscarlo desconsoladamente. De repente, un magnífico pegaso resplandeciente descendió del cielo y se posó delante de Héctor, mirándolo fijamente a los ojos. El joven en seguida se percató de que aquel pegaso era el caballo débil que le había acompañado hasta entonces.

Héctor y su pegaso recorrieron medio mundo, aunque, en realidad, solían visitar con mucha frecuencia Clunia, paseaban juntos por sus calles y protegían a la gente que vivía allí de cualquier enemigo.

Y así fue como el gran caballo alado de Clunia eligió a su dueño, pues Héctor, a diferencia de los demás, no se fijó únicamente en su aspecto descuidado y sucio, sino que fue capaz de ver más allá de su apariencia.”

Julia volvió a plegar el pergamino y lo dejó de nuevo donde estaba, fascinada por la historia. Entonces, vio sobre el mosaico una huella con forma de herradura bastante profunda y, a su lado, un dibujo de un ala blanca.

Igual es cierto eso que dicen. A lo mejor es verdad que en Clunia la historia todavía sigue viva.