Mosaico en las ruinas de Clunia

Tal vez no era el más guapo, ni el más gracioso o el más social, pero David Benas estaba muy seguro de sus atributos. Medía cerca del uno ochenta, pelo castaño oscuro y ojos verdes. Tenía un carácter especial, y por ello no tenía muchos amigos. Vivía en un pequeño pueblo llamado Clunia. Su vida era bastante tranquila, como la de cualquier chico de 15 años, hasta que un día recibió esa carta que cambiaría su vida.

Benas había vuelto del colegio y tumbado en la cama esperó hasta la hora de comer. En ese instante le llama su madre y le dice que hay un paquete para él en el buzón. Bajó corriendo las escaleras y cuando cogió lo que le correspondía volvió a subir. Una vez sentado en la silla de su cuarto, abrió el sobre y en su interior pudo divisar un objeto, algo plano y de esquinas puntiagudas, con un colorido bastante singular; parecía la pieza de un puzzle. Se sentía desconcertado, así que se dispuso a leer lo que habían dejado escrito: “ Si el misterio quieres resolver, a las ruinas de Clunia debes acceder”, David no sabía qué pensar.

Decidió llamar a su mejor amiga Clara, porque ella siempre tenía solución a sus problemas.

Cuando habló con ella, Clau como la llamaba él, no dudó en ir a su casa. Se metió en su cuarto y allí charlaron más tranquilos:

-Aluciné cuando vi lo que había en el interior.- dijo con tono sorprendido.

-Tendremos que investigar, yo creo que son las partes de una especie de mosaico, ¡por fin pasa algo divertido en Clunia!- parecía decir entre enfadada y entusiasmada.

-Bueno, no sé, quizá puede ser peligroso.- tartamudeó David.

-Correremos el riesgo – sentenció Clara.

Se pasaron meses buscando alguna respuesta al acertijo o frase que les habían planteado. Hasta que un día en la clase de plástica, dando los mosaicos y sus composiciones, se les pidió hacer un mosaico de las ruinas de Clunia. Entonces Clara se puso de pie y exclamo: “ ¡Un mosaico en las ruinas de Clunia, eso es, lo tengo David, lo tengo!”

Esa misma tarde se prepararon para acceder a las ruinas, un lugar abandonado que no daba buenas vibraciones. Metieron en la mochila lo indispensable, una linterna, dos bocadillos y una navaja, porque nunca se sabe. Con todo listo, salieron a la calle con dirección a la parte antigua del publecito.

Una vez se encontraban allí buscaron las pistas que les llevaban a otros trocitos. Cuando los unieron todos pudieron ver la imagen que revelaba. Era un escrito que decía: “ Si tienes la suerte de haber leído esto, tienes que saber que te encuentras en un pueblo que ha sido pisado por muchas personas, y que, aunque ahora no se le recuerde y se haya vuelto aburrido, volverá a resurgir como el ave Fénix de sus cenizas”.

Emocionados, se replantearon toda su vida desde el principio y se dieron cuenta de que realmente vivían en un sitio muy hermoso, lleno de gente estupenda.

Josefina D’Arrigo Mellogno